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9 Abril 2024 | |
Escrito por Valeria Suárez (Espejo) | |
Noticias UAI |
Empleos más precarios que las chilenas, con menores sueldos y más horas laborales es la realidad de las mujeres que migran a Chile según el último estudio del Laboratorio de Encuestas y Análisis Social de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la UAI donde participa la académica de la Facultad de Derecho y especialista en migración, Mayra Feddersen.
En conversación con el País, la académica entrega los principales hallazgos:
La población inmigrante en Chile ya alcanza el 11,1% de la fuerza laboral, con un total de 1,42 millones de personas, según los últimos datos de la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) de 2022. Pero su inserción no ha sido fácil, en especial para las mujeres, que representan el 51% de esa fuerza de trabajo. Así lo muestra un reciente estudio realizado por el Laboratorio de Encuestas y Análisis Social (LEAS) de la Universidad Adolfo Ibáñez, UAI. Según los datos recogidos, ellas deben conformarse con empleos más precarios que las chilenas, con menores sueldos y más horas laborales.
Es una brecha que aumenta conforme avanza el grupo etario. Entre las mujeres de 18 a 34 años, la diferencia de ingresos mensuales llega al 15%, con 604.000 pesos (unos 634 dólares) para las nativas, en contraste de 516.000 pesos (unos 541 dólares) para las inmigrantes. Mientras, entre las que tienen entre 35 y 54 años la diferencia aumenta a un 19%, con 719.000 pesos (unos 754 dólares) mensuales para las chilenas versus 584.000 pesos (unos 613 dólares) para las extranjeras.
Lo llamativo, dice Maya Feddersen, autora del estudio, es que las mujeres que migraron a Chile tienen más años de escolaridad que las chilenas, al menos entre los 34 y 54 años. Ellas cuentan con 13,5 años de educación en promedio, mientras las chilenas tienen 12,7 años.
La doctora en Filosofía con especialidad en jurisprudencia y políticas sociales, actualmente profesora asociada de la UAI e investigadora del Núcleo Milenio MIGRA, explica que por el hecho de ser una población más educada, uno debiese pensar que su aporte al mercado laboral podría ser mayor. “Pero a pesar de eso, los ingresos de su trabajo son menores”, dice.
Otro elemento que analiza el estudio es la cantidad de horas trabajadas, el que, de nuevo, muestra una realidad más compleja para las migrantes, que trabajan más horas que sus contrapartes locales en todos los grupos etarios. En el segmento de 18 a 34 años, las mujeres que llegaron a radicarse en Chile realizan en promedio 3,1 horas adicionales a la semana en sus empleos, mientras que para el tramo de 35 a 54 años son 1,9 horas adicionales. En mayores de 55, la brecha es de 2,4 horas semanales.
Para Feddersen es importante entender esta realidad para poder avanzar hacia políticas que permitan ir eliminando los obstáculos que impiden que hoy las mujeres migrantes puedan tener una participación laboral más amplia y acceder a empleos de mejor calidad.
La pregunta, agrega la investigadora: ¿por qué ganan menos? La respuesta simple, dice: “Es porque vinieron a Chile a trabajar y están dispuestas a aceptar cualquier tipo de empleo, pero diría que eso no revela toda la realidad”. Para profundizar en esas razones, Feddersen investiga actualmente la relación de los tipos de trabajo que mujeres y hombres logran en Chile de acuerdo a su estatus migratorio. Explica que quienes están en situación irregular tienen peores condiciones laborales, porque no pueden acceder a contratos y terminan trabajando en el sector informal. Ahí están más propensos a sufrir abusos, porque se ven más cohibidos de ejercer sus derechos.
“Eso es algo que estoy estudiando a través de entrevistas a migrantes colombianos, venezolanos y peruanos que se encuentran en calidad de clandestinos, visitantes con visas vencidas, residentes temporales y personas que ya cuentan con permanencia definitiva”, explica. “Lo que hemos visto es que sus condiciones laborales son más precarias, lo que se traduce en que trabajan más horas, ganan menos y no son ascendidos, tienen situaciones de discriminación en sus trabajos y algunos cambian muchos de empleo y no logran estabilidad laboral”, señala.
Un aspecto que analiza Feddersen respecto de la inserción laboral femenina de la población migrante en Chile tiene relación con las expectativas de género dentro de sus familias y comunidades. En sus entrevistas, la investigadora ha observado que las mujeres en general se dedican a empleos más relacionados con labores de cuidado, como trabajo doméstico o cuidado de enfermos, donde no generan redes con otras trabajadoras, lo que “exacerba los desafíos de integración laboral”. Además, muchas de ellas terminan dedicada a sus propias familias y fuera del mercado laboral. Es una realidad que también refleja la encuesta Casen de 2022. Del total de mujeres inmigrantes sin trabajo, un 79% declaró no haber buscado empleo en las últimas cuatro semanas. ¿La razón? Un 39% dijo que debía cuidar niños o niñas, seguido de un 14% que declaró que debía hacer las tareas del hogar.
La inmigración en Chile es un fenómeno que ha explotado la última década: en apenas 15 años, la entrada de extranjeros, la gran mayoría en búsqueda de mejores oportunidades de vida, se ha multiplicado por siete.